"Te puedes sentar, viajero, en esta casa de piedras: es tarde tal vez bajo tu bandera, en tu patria. Aquí siempre es temprano y el fuego está por encenderse (...) Tú, si quieres permanecer o disolverte, puedes hacerlo. Lo único que se exige es azul"

Estas palabras de Pablo Neruda me parecieron oportunas y cálidas para darte la bienvenida. Sean, entonces, la puerta de entrada a mi casa de palabras. Con ellas y las de Octavio Paz comenzamos a navegar.

..... " La poesía /siembra ojos en las páginas /siembra palabras en los ojos /
..... Los ojos /se cierran. /Las palabras se abren."

viernes, 26 de junio de 2015

Intertextualidad





Suelo tener en mi mesa libros muy diferentes e ir alternando su lectura -relectura- según el momento. Hoy, por ejemplo tomé, un poco al azar, el primer tomo de El Tesoro de la Juventud, aquellos viejos libros que me acompañan hace tantos años, y lo abrí en una sección que me gusta especialmente: El libro de la poesía. Al tratarse del tomo inicial de la colección trae, además de la selección de poemas habitual, algunas consideraciones sobre poesía y, en un apartado, bajo el título Buenos versos y admirables poetas, leo:

"Aconsejamos a nuestros jóvenes amigos que se aficionen especialmente a los buenos versos de índole clásica, esto es, a los que más se asemejen, por su forma, a los que escribieron los grandes poetas españoles de los siglos de oro, que así se han llamado los siglos XVI y XVII. Modernamente hemos conocido poetas que, llevados de su afán de innovación, han escrito versos con un número ilimitado de sílabas, inventando además palabras extrañas que nunca fueron castellanas. Dichos poetas han vuelto casi todos al buen camino, cultivando la forma clásica. Uno de los más célebres poetas modernos que ha tenido la América Latina es Rubén Darío, quien, a pesar de sus excentricidades y rarezas métricas ha escrito lindísimas poesías".

Recuerdo entonces que entre los libros de mi mesa está la obra poética de Vallejo con un estudio preliminar de Américo Ferrari donde se lee que, después de la experiencia de Trilce, donde los poemas se desorganizan en un caleidoscopio de impresiones que se superponen, se entrechocan y excluyen, los poemas posteriores del autor peruano "se inspiran medularmente en las formas más clásicas de la poesía española, en particular la combinación de endecasílabos y heptasílabos".

Compruebo entonces que es acertado el comentario de El Tesoro de la Juventud: también Vallejo ha "vuelto al buen camino" . Aunque me resisto a calificar como "lindísima poesía" los desgarrados versos de sus Poemas humanos.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Don Nicodemus

Hace muchos años que conozco a don Nicodemus. La primera vez que visité Oaxaca me llamó la atención su jarciería, un local pequeño y austero en la calle Mina. Artículos en hojalata, carrizo, madera. "Aquí no hay nada chino" comenta con orgullo su dueño. Me regaló entonces, con la primera compra, una hojita impresa con información sobre su Oaxaca: la historia del templo y convento de Santo Domingo.

Siempre que vuelvo a la ciudad lo visito y conversamos largamente, él me da la mirada profunda y sabia del lugareño que ama el sitio donde vive y que ha visto sucederse, a veces con dolor, cambios profundos en él. Porque don Nicodemus tiene ochenta y cuatro años y está al frente de la jarciería El arte oaxaqueño desde 1961.

- Estuvo cerca de recibir noticias mías hace un tiempo- me cuenta (me pidió mi mail en la segunda visita y tengo el honor de figurar en su Libro de clientes) - Había decidido cerrar cuando el negocio cumpliera cincuenta años pero los amigos no me dejaron. Una pena porque era un número redondo, ahora me veo obligado a seguir hasta los cien, agrega riendo. En el fondo está feliz allí, la jarciería es toda su vida.

- El menudeo da poco, me puedo mantener a flote por las ventas a los mayoristas, pero el alquiler del local es caro. Antes era más grande, pero he ido perdiendo territorio, cada vez estoy más cerca de la puerta de salida, vuelve a reír.

Los cambios en la ciudad no sólo perjudican a su negocio, también lo entristecen. ¡Hasta en el Mercado de Artesanías hay un cajero automático! Y las callecitas apacibles están colmadas de comercios donde se venden productos de todo el mundo. Recordamos juntos las noches en el zócalo con marimbas y niños y globos, los miércoles de danzón bajo el laurel, los rasperos, los artesanos que extendían sus colores en el suelo. Hablamos del conflicto de los maestros, de los empresarios, del gobierno, de la vida toda.

Entra un señor a la jarciería a preguntar el precio de las máscaras. Don Nicodemus contesta brevemente, no quiere abandonar la charla. El posible comprador se va.

- Va a pasar tiempo para que todo eso vuelva, pero yo creo que va a volver, dice, optimista, don Nicodemus. Porque Oaxaca es eso.

Al despedirnos me da nuevos papelitos sobre su ciudad: el origen de la Guelaguetza, anécdotas de la vida de Juárez. Después me envuelve dos mariposas de hojalata en papel de diario y me pregunta, deseando que le diga que no: - ¿precisará bolsita de nylon? 

No, claro que no, don Nicodemus; ya hay demasiado nylon por ahí. Sólo preciso volver dentro de unos años y encontrarlo otra vez.







martes, 24 de febrero de 2015

Una lectura "disfrutá"

Me preguntaba ayer mi tía si yo podría averiguar "en eso de internet" algo que su memoria guardaba confusamente. Cuando en 1947 Nicolás Guillén visitó Salto, invitado -o mas bien llevado a rastras- por Enrique Amorim un cantor lo precedió en su presentación (hasta los poetas tienen teloneros!) El cantor -que mi tía cree recordar que era Víctor Lima- después de entonar sus canciones comenzó a recitar Guitarra, el poema que da inicio a El son entero, uno de los textos más conocidos de Guillén. Al llegar a la estrofa final, cuando dice

Tómala tú, guitarrero
límpiale de alcohol la boca
y en esta guitarra toca
tu son entero

el cantor se vuelve hacia la penumbra del escenario, extendiendo su guitarra. Cuenta mi tía que la figura que se adelantó era enorme y oscura, que el silencio asombrado del público era inmenso, tan inmenso como atronador fue después el aplauso, cuando Guillén tomó la guitarra y comenzó a decir sus versos con una maestría y calidez que pocos escritores tienen.

No encontré en internet la respuesta que le confirmara a mi tía que aquel cantor fuese Víctor Lima aunque es más que probable. Pero encontré algo que no conocía: Páginas vueltas, las memorias de Nicolás Guillén. Y no puedo dejar de transcribir unos versos jocosos que encontré allí, escritos en la forma conocida como "cabo corto", es decir suprimiendo la última sílaba, con que el autor se despide del Uruguay en la persona de sus amigos: el escritor Alfredo Mario Ferreiro y el caricaturista salteño Julio Suárez, el popular Peloduro.
Muestran facetas desconocidas, al menos para mi, del poeta: su buen humor y su facilidad para captar rápidamente la jerga coloquial de un país y la esencia del mismo. 
Por eso los dejo aquí para compartirlas con ustedes, son una lectura muy "disfrutá". Y si algún salteño sabe quién fue el cantor que presentó a Nicolás Guillén, mi tía le agradecerá el dato.


Muy querido Pelodú
y Alfredo Mario Ferré:
gracias por esta gallé
que alumbra mi vida oscú
Al dejar el Urugú
lloro con desesperá
detesto mi suerte escá
y con acento rabió
grito a los ojos de tó:
¡Pucha que soy desdichá!

¡Adiós amigos cordiá
compañeros de garú!
Siempre me he acordado mu
de esta tierra tan simpá
Aquí me sentí en mi ca
como si en Cuba estuvié
y hasta aumenté mi diné
por si acaso fuese po:
¡ahí nomás me vuelvo lo
cuando agarré la quinié!

Aprendí a comer el bi
con "fe" de carne de va
aprendí a cebar el ma
y embocar bien la bombí
Y si una mujer boní
pasó a pie o en automó
¡pucha, grité con descó
como un uruguayo pu:
¡Vengan a ver este chu!
¡Mirála, che, que fenó!

¡La tiró! ¡Ya no hay remé
de que el viaje se demó
y todo el mundo conó
que me voy el día primé.
Mas no es larga la carré
desde aquí hasta la otra orí
cualquier día de improví
vengo volando o a na
para comprarme una ca
frente a la estatua de Artí.



jueves, 20 de noviembre de 2014

"Otra voz canta"



Sostiene mi mano derecha
 en su mano derecha
la contiene en el hueco
y aprieta mi puño en su puño
pulgar e índice apuntalan esta pluma
Dibujamos unos signos antiguos
Me lleva desde fuera de mi trazo
él es mi trazo
 él se aventura, yo lo sigo
pero ya no es a él
es al movimiento y su música
 su mano apretando la mía
su movimiento en el mío
Mojamos juntos la pluma en el tintero mínimo
(el olor agrio de la tinta negra
en mi pequeña nariz)
Volvemos al trazo interrumpido
se elevan nuestras manos
se acortan
se ciñen
se controlan
Dibujamos el idioma
Respira tan cerca
su profunda voz emite algún sonido
como dictando:
más corto, más largo, más reunido
Y entonces me dice:
- Ahora, vos sola
y me abre en un abismo
Alejandra Correa
Cuaderno de caligrafía - Ediciones Recovecos
Desde entonces, desde aquella escritura dada por su padre Alejandra Correa -ahora sola- dibuja el idioma. Hace poesía con las palabras, con el fluir de la tinta, pero también con el papel, con telas, puntillas, cintas... Hace un tiempo hacíamos referencia a la X Bienal de Arte que se realizara en Salto el año pasado donde sus manos suspendieran en el aire aquellos diminutos vestidos blancos recreando el universo mágico de Marosa di Giorgio. Dijimos entonces que aquello era poesía, y poesía es hoy, también, Si tuviera que escribirte el texto que leímos y al que otorgamos el primer premio en el Premio Nacional de Literatura cuyos resultados acaban de darse a conocer. Y lo hicimos con un gusto especial, porque premiar la poesía es -creemos-  premiar el lenguaje originario, primordial.
Pero la alegría fue doble porque al reconocimiento a este poemario inédito -que pronto dejará de serlo- se agrega el segundo premio en la categoría Obras en verso o Prosa poética (manera elíptica de nombrar a la poesía) por otro texto que ya desde el título -Trece maneras de ver morir un pájaro- augura una experiencia de lectura removedora.
Nos alegramos por Alejandra, sí, también por la poesía. Pero sobre todo nos alegramos por los lectores que encontrarán, desde ahora, una voz y una mirada nueva en nuestra literatura para niños y jóvenes.
Alejandra Correa (centro) con cuatro de los cinco miembros del jurado:
Horacio Cavallo, Magdalena Helguera, Mercedes Calvo y Cecilia Blezio


lunes, 24 de marzo de 2014

De libros y lectores

- En un libro hay tantos textos como lectores, y todos leemos en él algo diferente, depende de lo que cada uno traiga ya dentro de sí, les digo a mis alumnas.
Me escuchan en silencio, se miran de soslayo. Intuyo que mis palabras no les llegan.

Entonces apelo a la maestría de Skármeta y les leo un fragmento de su novela Soñé que la nieve ardía, un diálogo entre don Manuel y un muchacho ansioso por tener su primer acercamiento con el sexo opuesto.


" - Hijo, acérquese.
- ¿Para qué?
- Hay algo que quiero mostrarle. Algo que le traigo.

El joven se sentó, apoyando los pies descalzos en el suelo y don Manuel extrajo el libro forrado en cuero rojo desde su axila.

- ¿Eso es lo que me trae?
- Aquí, Arturito, hay cosas muy lindas para decirles a las damas.

El muchacho se rascó la cabeza como espantándose el sueño y después se frotó los muslos mientras se le asomaba una sonrisita para el espejo.

- A una "dama", repitió. No creo que me interese, don Manuel. Yo no quiero hablarles, usted ya sabe lo que yo quiero.

- Justamente ese es su problema, joven. Que usted se precipita demasiado. ¿Conoce a este autor?

- Neruda. Desvió los ojos del libro a los ojos del dueño. ¿Pablo Neruda? ¿El poeta?

- Quiero que escuche algo. Va a ver qué cosas tan lindas hay acá para decirles a las damas.

- ¿Tiene buenas minas ese poeta?

Don Manuel invocó con una significativa mirada el tamaño del libro.

- Montones, dijo, abriendo la página donde la cinta cortaba el papel biblia de la edición de las obras completas.

- Pablo Neruda es muy importante. Ganó el Premio Nobel.

- Pues bien. Escuche esto, hijo.
 
Para tu corazón basta mi pecho
para mi libertad bastan tus alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre mi alma.
 
Es en ti la ilusión del cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
 
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles
Como ellos eres alta y taciturna
y entristeces de pronto, como un viaje.
 
Acogedora como un viejo camino
te pueblan ecos y voces nostálgicas
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.
 
Don Manuel terminó de leer y aplanó con su palma la fina hoja. Sin mirar a Arturo dejó que el silencio se profundizara más y más, que esa ausencia de palabras fuese el triunfo del poeta, lo que une y no se habla. Sintió esa presencia en sus mismos ojos, en el suave reptar que le tembló en la sangre. Entonces apartó los ojos del libro y vio que Arturo miraba absorto el techo con la cabeza contra la muralla.
 
- ¿Comprendes? le dijo suave, como si su vozarrón se hubiese envuelto en terciopelo. Así se le habla a una señorita. Arturo seguía con la vista en el techo, sin que se le movieran ni las pestañas. -¿Qué me dices, hijo? ¿En qué estás pensando?
 
- En cuánta plata será el Premio Nobel.
 
Don Manuel cerró el libro de un manotazo y en un segundo tuvo la puerta abierta. Desde allí hizo aterrizar el volumen en la cama.
 
- El sábado va a haber una gran fiesta. Si usted quiere debutar algún día, será mejor que comience a leer libros como este.
 
Cuando el hombre desapareció Arturo produjo un extenso bostezo que consiguió hacerlo rodar a lo ancho de la cama. Junto a la lámpara hundió el pulgar en el libro e hizo desfilar las hojas como mezclando naipes. De repente lo retuvo y empezó a leer una página azarosa:
 
Bésame, muérdeme, incéndiame
que yo vengo a la tierra
sólo por el naufragio de mis ojos de macho
en el agua infinita de tus ojos de hembra.
 
Alzó la mirada y se quedó oyendo el sonido interior de estas palabras.
 
- Muérdeme, incéndiame, mascó con intensidad. poniendo todos los labios, todos los dientes, toda la lengua y la garganta. Se dio un fuerte puñetazo en la rodilla. Muérdeme, incéndiame, dijo con su voz natural. Y luego: -¡Este sí que es poema! "
 
 
Mis alumnas sonríen. Por el brillo de sus ojos veo que han comprendido.
 
 



miércoles, 5 de marzo de 2014

3 x $25

Sí, es lindísimo ir a una librería, ver y oler los libros recién editados, conocer los autores que hoy se imponen, los títulos nuevos de los que se habla. Pero no lo cambio por la experiencia única de hojear libros amarillentos en la Feria de Tristán Narvaja.
Nunca se sabe qué podrá aparecer allí, en esos cajones donde se amontonan los ejemplares a un precio que nos despierta sentimientos encontrados: alegría por la oportunidad de compra y tristeza por la desvalorización de algo que queremos tanto.

El último domingo me detuve ante un puesto donde se anunciaban libros ¡a $10! El vendedor, al verme acercar, redobló la oferta: 3 por $25 (sí, alrededor de un dólar).
Fui pasando lentamente los títulos, sabía que alguno habría de llamarme desde aquel viejo cajón de fruta.

 

Estío, de Juan Ramón Jiménez, fue el primero.
En la vieja antología que heredé de mi padre sólo había tres o cuatro poemas de ese libro que marca una época nueva en la obra de Jiménez: los poemas inspirados en el amor por Zenobia, escritos, según el propio autor, "a punta de espina". Lo elegí, claro, y seguí buscando.

El corazón me latió fuerte cuando descubrí el segundo título: La vida de las abejas, de Mauricio Maeterlinck. ¿Sería el mismo ejemplar que hace más de cuarenta años dejé olvidado en un ómnibus, camino de la escuela? Aunque no era muy probable confieso que lo abrí con la tonta ilusión de encontrar en la primera página mi nombre, pero no, claro; otra persona firmaba allí y la fecha era muy anterior:1947.



¿En qué momento, en qué circunstancias se habrían separado esa lectora y su libro? Imaginé los títulos que hoy atesoro en mi biblioteca años después, tal vez en un cajón como este, puestos a la venta en la feria por pocas monedas. Confieso que al principio sentí pena por ellos, pero enseguida imaginé el sentimiento gozoso de alguien que pudiera encontrarlos, como yo hoy, y el pensamiento me reconfortó. Sería un buen destino para ellos entibiar el alma de algún desconocido.

El tercer libro -estaba segura que habría justamente tres buscándome- me llamó no desde su título sino desde su autor: Rafael Sánchez Ferlosio. ¿Dónde había visto yo ese nombre?
Entonces recordé haber leído, hace unos años una novela estupenda, Soldados de Salamina donde su autor, Javier Cercas, narra cómo Rafael Sánchez Mazas, fundador e ideólogo de Falange logra escapar del fusilamiento porque un soldado anónimo le perdona la vida. Y cuenta la novela cómo en la investigación el joven periodista se entrevista con su hijo, el escritor Rafael Sánchez Ferlosio. Sánchez Mazas era también escritor y aunque yo nunca había leído nada de él y mucho menos de su hijo, pensé que dado que me había gustado tanto Soldados de Salamina no estaría de más darle un vistazo a aquel libro que, al menos muy tangencialmente, se relacionaba con la novela de Cercas.

Entonces, recién entonces, reparé en el título del libro: Industrias y andanzas de Alfanhuí.



Título y nombre extraño que, sin embargo, despertaban algo en mí. Le di un vistazo: Una silla enferma de mal de hastío, una criada disecada "que no tenía nombre porque era sordomuda", un gallo de veleta que mata lagartos a picotazos de hierro... ¿Sería un libro para niños? Si lo era, sin duda no era un libro convencional. Leí fragmentos, al azar:

 "Era un mendigo robusto y alegre, y me contó que le germinaban las carnes de tanto andar por los caminos, de tanto caerle el sol y la lluvia y de no tener nunca casa. Colgada del hombro llevaba una extraña flauta. Me explicó que era al revés que las demás y que había que tocarla en medio de un gran estruendo, porque en lugar de ser, como en las otras, el silencio, fondo y el sonido, tonada, en ésta el ruido hacía de fondo y el silencio daba la melodía. La tocaba en medio de las grandes tormentas, entre truenos y aguaceros, y salían de ella notas de silencio, finas y ligeras como hilos de niebla." 

¡El silencio daba la melodía! No pude menos de recordar las Reflexiones sobre la Poesía de Armindo Trevisan: 

"¿Qué hace el poeta sino adensar el silencio? El silencio es el lado invisible de la palabra; es un espejo dentro del cual la significación circula. Saber detenerse en el punto preciso en que se consume el beso de la palabra y el silencio, eso es la poesía. El poema no es más que la sombra enternecida de ese encuentro."

Y deseé poder escribir un poema con notas de silencio, finas y ligeras...

Fue entonces cuando recordé dónde había leído, años atrás, el nombre de Alfanhuí: en el blog de Darabuc, sitio de visita obligado para quien le interese el mundo de los libros, de la poesía, de los niños. "Yo creo que es mi primera conciencia literaria, de la literatura como espacio mágico, de dimensiones inabarcables" dice Darabuc. Y agrega que recuerda un pasaje del libro que le fue dictado por su maestro. Me imagino aquel niño escribiendo con letra insegura esas extrañas palabras, me veo a mí misma hoy, tal vez con el mismo asombro y desconcierto, escribiéndolas en el teclado. Y me quedo pensando...

¿Compré sólo tres libros por $25? ¿O cada libro alberga, como las muñecas rusas, muchos libros en su interior? ¿Cuántas historias paralelas, cuántas anécdotas personales, cuántas veces se desdobla, y multiplica, y nos crece dentro, y nos transforma?

El próximo domingo volveré a la feria. Si $25 son suficientes para vivir tantas experiencias ¿por qué negarse a ello? Sé que hay todavía muchas matrioskas esperándome.


martes, 8 de octubre de 2013

Ya pasó

 
La madre decía:
ya pasó.
 
Con una gota de miel
con una gota de aceite
ya pasó
con saliva mojada
en un signo de adiós
ya pasó
con colita de rana
ya pasó.
 
Curadora del ángel de la guarda
le zurcía las plumas
le vainillaba el ala
ya pasó.
 
La tormenta
el relámpago
la muerte
ya pasó.
 
Nos besaba a los ojos
haciéndonos el alma.
 
Ya pasó.
 
 
María Wernicke
del libro: La palabra desnuda